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¿Qué altura pisé ahí?

Me pareció petisa mi ciudad

MiParaná emotivo corría embarrancado

a lo largo del centro

y al fin fluyó en su delta de barriada

del cine.

Delante d emis pasos iba el galgo del ansia

y un rostro de mujer me conducía

a una dicha olvidada.

De pronto, boquiabierto, me encontré

ante el presidio.

¿Qué altura pisé ahí

tirado en la humedad bajo la manta

que olía a otras angustias?

Seguro que no fue cuando llenaron

la cárcel de escolares

y, me sacaron adrede, para apagar las risas

y chocar con la triste mirada de mi pibe,

quien me colgó la mustia guirnalda del abrazo

y se alejó humillado.

¿Fue acaso en el banquito

con mi Rosa de un lado y un milico del otro

cuando vi que salía entera de su cara

la lumbre del amor

y por fin divisé

tierra de eternidad?

CICLISTA EXTRAVIADO

Sin gastados pedales de llegar

a vivac del coraje

mi manubrio no acierta,

por ciudades de exilio,

esa calle color bronca de bandoneón

donde pasa el cardumen de cantar

palambrunas del alma.

Quedó sauce llorón sufriendo en la raíz

embates del mar dulce, bajo solazo padre

que saca de mi tronco

hojas desmesuradas

 y pone como un moño

-cuando la culpa ahorca-dos cocos amarillos.

MAREA DE ELEGÍA

El aire en la marcha es nuevo para todos.

Tengo aúnla palabra; la ejerceré más alto.

Llegué con los escombros de un cielo sobre el rostro

y escucho crepitar hogueras de fervor,

fuegos poniendo en fuga bestias que me asolaban.

Nada impide que vea pasar incandescencias,

que sienta una península como siento a mi padre,

que vaya a mirara rostros que quiere la ternura

o el azogue de nada que me revela vida.

La marea está alta, acumula en Los Andes

Nilos como el de Cuba con limo para todos.

El corazón es patria soñada, prometida,

del vuelo vagabundo de la sangre del hombre.

Todo obliga a explorar hasta el adios final.

               Imar Lamonega

Lectura de Gabriela Lamonega

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