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Desde tu tierra,

perfumada de albahaca y menta,

donde los aqueos jugaban a ser dioses,

el rumor de antiguas voces rezaban.

Por la soslitarias ruinas y

en las sombras de los erguidos cipreses,

aún te pienso.

Con la gloria joven de aquel heleno

voy a tus barzos desde las alturas,

rogando que la tarslación sea eterna

y dulce mi muerte.

Tuyas son ahora estas cartas griegas

y la palabra única que te ha modificado.

                                       Ya somos otros.

A la hora en que el sol es más luminoso

apartado del ansioso turista,

testigo el mítico mármol

y las amapolas rojas

que siempre regresan,

Kavafis fue mío.

Delia

 

En el jardín de los sueños

arrojabas el dorado maná.

Eras la llamadora de pájaros.

Pájaros y rosas.

Como en los versos del persa.

Tu cuerpo cedió a los años.

Te fuiste.

Un aleteo de alas invisibles

detiene mi pensamiento.

Te nombro en silencio.

Eras tenue ilusión.

Como el velo de una novia.

 

 

Eva Duarte

 

Entre todas las mujeres tu nombre.

En la ardiente historia,

las garras del tigre y del amor.

Hubiera querido salvarte del caos.

De la furiosa vida que hiere.

Del invierno de tu hora.

Del cáncer y las flores.

Entre todas las mujeres tu rostro.

Y una constelación de estrellas.

Dos fechas y la breve línea recta.

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