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Soledad cantora”

 

Ando arañando las sombras

con anochecida mirada

de dolidas coplas,

el viento las arrastra

hasta mi boca de lluvia.

Derraman tu nombre de agua

sobre las piedras oscuras,

el corazón socava versos

en esta soledad cantora…

Y en la hondura lejanía

desveladas cuerdas sollozan,

adioses del alma herida

lenguaje de zamba, amor y lunas.

En la mesa de sal”

 

En la incógnita enagua de albo encaje, el sol estrella los brazos y se mira rubio embebido en aloja y ancestral cansancio.

Ahí, donde el salitral es un espejismo, que estalla el aullido de sed milenaria, de mar cegador esculpido por cinceles de tiempo y luz…

Llego hasta la orilla de tú extensa y solitaria blancura de sal, donde el Hombre –hambre y sudor- olvida su sangre, en la interminable jornada, entre febriles preguntas sin destino. Y niños de mirar ausente, en la mesa despoblada del pan y el vino.

Sinchi ashpa”

(Tierra fuerte, dura)

 

Presencia mensajera entre el follaje, aliento de señales moviéndose al ritmo del aire machadito de arena, que simulan siluetas; manos que se aferran a los troncos porosos, bocas sedientas que liban la esencia del “árbol” de vainas soleadas y corteza febril.

Fuerza que empuja las chamisas del día y se vuelve luz en las alas de los pájaros, amansando los gestos áridos de la sinchi ashpa.

Salitrosos lagrimones borronean la línea del sol, que arrastra imágenes ancestrales de miradas indias: rasgadas, profundas, anochecidas de desencuentros, en la urdimbre del tiempo.

En la rasgadura humeante del silencio. En la monotonía de la jornada enceguecida…, la soledad tatúa el nombre de la espera, en la frente de la primera luciernaga.

 

Chamisas: ramas menudas para encender fuego.

“árbol”: algarrobo.

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