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I

I

Sobrevivirán mis dedos.

Serán remos, duendes, palas, ojos,

caminos de hierba alta.

 

Seré atrás de la mañana y detrás de los mundos.

 

Un mismo hombre que busca en el encuentro lo que  ha perdido en la noche.

Ese mismo y denostado formato que herede de mis años.

Esa violenta dulzura que fue la señora del tul y del rocío.

Yo era un niño aún y mi ser un hombre.

Era lo que aún busco.

Lo que aún se puede hallar dentro de este cofre de cristal

con aristas que no lastiman, sino que fijan el tiempo en su arnés transparente.

 

3

En la casa del poeta

viven atletas de sol

 lloran lágrimas de seda.

 

Opulento y minucioso,

y dorado e insignificante

construye su mundo apasionado de verdades.

                                                                

Detrás de los muros de aire

solo existe el poder de su silencio

y su grito cósmico.

 

En la casa del poeta

vive el último de los signos vitales.

18

Que hacer con la luna,

con las antiguas medallas a un sol sin rostro,           

con los  andamios sobre la frente de un tótem.

 

El hombre quedará apoyado sobre la quebradura de la sal.

Sus piernas de  fe pueden correr

en las  tardes de agua inexistentes.

 

Sentado bajo el gran alarde de los vegetales.

Estaré aquí.

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                LA CARNE ES DE CRISTA

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